miércoles, 14 de septiembre de 2011

Autodestrucción

Era una de las personas a las que veían con cierta regularidad y casi siempre por el mismo motivo: abuso de sustancias y alcohol; y alguna que otra llamada de atención por cortes en los brazos, de ésos que cualquier médico sabe que no son mortales y ella lo era.
Era éste un matiz importante, porque ese status le daba acceso a las sustancias de las que abusaba y ponerle freno era algo realmente difícil.

Hasta hacía  pocos años había sido una persona normal: con un trabajo, una familia, la  hipoteca, las vacaciones... pero todo éso había desaparecido. No sin que ella tuviera la mayor parte de la culpa, pero las circunstancias tampoco habían jugado a su favor.
Mucha gente en las mismas circunstancias hubiese reaccionado de otra forma, pero quizá el carácter, su predisposición a no afrontar los hechos, su historia pasada, muchos malos días, una profesión equivocada, etc.  la habían llevado a aquella espiral de autodestrucción.

Se lo había contado en una ocasión en  que se sentó con ella para decirle que  no podía seguir así, mientras le iban poniendo los antídotos necesarios.

Todo había empezado a ir mal el día que tuvo aquel accidente, que la tuvo mas muerta que viva y le había dejado como secuela aquellas cicatrices, un brazo inútil, fracturas varias y lesiones internas que le impedían no solo trabajar, sino llevar la vida de antes. "¿Cómo iba a resignarme a ésto?"- le había dicho.
Y no se adaptó, no supo cómo hacerlo. Atenuó el dolor físico con analgésicos y el de la mente con ansiolíticos y antidepresivos. No aceptó a nadie para que  supervisara el tratamiento que seguro inicialmente necesitó, y cuando su cuerpo y su mente pidieron mas se lo dio sin reservas: quería olvidar y dormir, no quería morir, solo sentirse bien... y perdió el control, si es que algún día lo tuvo.

Y con ello perdió a su familia, porque "vivir con ella se volvió imposible y tenemos hijos a los que cuidar y proteger"- le dijo un día su exmarido. El aún la quería, porque cada vez que le pasaba algo acudía a verla y trataba de ayudarla, se preocupaba cuando llamaba a la pensión en que pernoctaba y le decían que no había dormido allí..., pero acababa marchando, rendido a la evidencia de que ella no se iba a dejar ayudar.

Volvían de verla una vez más, por los mismos motivos. Pero la había encontrado mejor: más aseada, mejor alimentada, con un poco más de ilusión.
Le dijo que había dejado de beber y la creyó. Solo se había pasado un poco con las pastillas y no había motivo para el traslado. Volvió a hablar con ella, a intentar convencerla de que acudiese a un programa de ayuda, volvió a decirle que aun era demasiado joven, que aun podía salir de aquel agujero y la animó a seguir sobria. Era todo.

Le daba pena aquella mujer y deseaba que fuese capaz de salir de aquello, pero también sabia que no iba a poder hacerlo sola y si no dejaba que alguien la ayudase estaba avocada al fracaso.
No es que le cayese especialmente bien. ni que fuera una persona agradable al trato, ni que les recibiese con los brazos abiertos, no.
Sentía lástima por ella, porque era frágil aunque se hiciese la dura y las circunstancias la habían roto y aun no se había dado cuenta.

3 comentarios:

el chico de la consuelo dijo...

De vez en cuando la vida nos somete a pruebas de resistencia y nos reta provocadora. Intentamos eludimos la pelea escapando por algunas gateras que sin embargo nos llevan al abismo.

112 dijo...

No se, supongo que cada uno es como es y eso nos da infinidad de respuestas.
Pero de vez en cuando la vida tambien es una putada y llegados a ciertos limites no podemos mas que creer intuir lo que hariamos.

el chico de la consuelo dijo...

Pienso igual que tu...hasta que no te ves en una circunstancia igual no puedes saber cómo vas a responder