jueves, 24 de marzo de 2011

when you tell me that you love me

Recordaba el día en el supo, con toda certeza, el orden de las cosas importantes de la vida: amor, salud y dinero. Siempre la había tenido, pero aquel día se le hizo tan patente que la podía tocar.
Este era el tipo de recuerdo que ella guardaba en la memoria para los malos días: los recuerdos de felicidad pura, de los que tirar en épocas desgraciadas.Tenia la capacidad de "guardarlos para cuando no haya" y de disfrutarlos cuando los tenia que recordar.

Esta canción era y evocaba uno de esos recuerdos.  

when you tell me that you love me

lunes, 21 de marzo de 2011

La gran ciudad

No le gustaba aquella ciudad.
Había llegado a esa conclusión después de estar un par de veces de visita, y ahora le iba a tocar vivir y trabajar allí.
Era demasiado grande, demasiado ruidosa y muy incómoda para caminar y para conducir. Sin embargo, a los que les gustaba, decían que era una ciudad llena de vida, dinámica y cosmopolita. ¡Como si la vida de la ciudad le fuese a hacer sentir a ella más viva!.
Por si fuera poco, estaba lejos de su casa y además  no conocía a nadie.
En fin, daba igual, eso era lo que había y habría que acomodarse a vivir allí.
Buscó piso y después de un par de días, tuvo suerte (¡cómo no!): un 8º con unas vistas espectaculares, bien amueblado, a escasos 50 metros de su lugar de trabajo y con un supermercado en los locales del edificio. ¡Empezaba con buen pie!.

Ahora, años después, recordaba aquel principio con mucho cariño.

La ciudad seguía sin gustarle lo más mínimo, seguía siendo un caos urbanístico: había calles, travesias y callejones que no venían en ningún plano, había gente que no sabía decirte donde vivía, había casas en el medio de las huertas, había concejos, parroquias, municipios...No había un espacio abierto en el no se vieran casas, cada una de una forma, de distintas alturas, caserones al lado de rascacielos... afortunadamente podía acercarse y mirar al mar.
Aquella ciudad, que durante el día, era un hervidero de gente a toda prisa, de pitidos de coches y de trasiego de barcos, quedaba desierta por la noche.
Recordó la sensación de calma total de las 4 y las 5 de la mañana, cuando iban o volvían de algún aviso.
Allí  y a aquellas horas, le habían dicho por primera vez que eran "los ángeles de la guarda", que "nosotros somos  de una aldea. Pero allí ustedes no llegan y yo estoy más tranquila por las noches sabiendo que están cerca". Era un matrimonio mayor con  problemas de salud. Le inspiraron ternura,  " ¡qué pena que uno tenga que dejar su lugar de siempre e ir a una ciudad como aquella, solo por éso!".

Le gustó trabajar allí. Aprendió tanto, que aunque éso fuese lo único, mereció la pena todo lo demás. 

martes, 15 de marzo de 2011

Un dia duro

Parecía mentira, pero estaban allí. Lo habían visto pasar: un coche volando, un golpe, humo, un coche aplastado. Solo hizo falta un  instante.
Corrieron hacia allí.
-" Hay otro coche en el barranco".
Echó un vistazo rápido y decidió: dos equipos. Lo de arriba parecía más grave: decidió quedarse. Enfermera y técnico abajo. "Cada uno a lo suyo".
Se acercó al coche: hierros, cristales y trozos de carrocería por todas partes. Y en lo que quedaba, un niño de unos 8 o 10 años  llamando a su madre.
"Mierda, qué desastre",  pero en ese momento no se podía parar a pensar en ello: había mucho que hacer.
Le bastó un vistazo rápido para comprobar que aquel niño era el único superviviente. Su cerebro procesó:" atrapado por las piernas, heridas graves en cabeza, respira bien".
Pidió un par de ambulancias más.
Llegaron los bomberos y les expuso la situación. Sabia que podía confiar en ellos, eran buenos profesionales.
La enfermera la llamó para comunicarle la situación del otro herido, le dio las instrucciones que creyó oportunas y se alegró sinceramente de trabajar con ella.

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Resolvieron aquella situación. Hicieron su trabajo y lo hicieron bien. Habían terminado.
Se sentó en la parte de atrás con la enfermera. Eran amigas. Se miraron y, sin poder remediarlo, lloraron.
Lloraron de pena: porque aquello no debia haber pasado, porque una madre no debia morirse así, porque un niño no deberia pasar por éso, porque era la situación mas dura en la que habian comunicado una mala noticia, porque hubieran querido abrazarlo y no dejarlo solo en el hospital...
Lloraron porque tenian que expresar de alguna forma todo el estrés y porque se entendian y eran amigas y alli, solas, se lo podian permitir.
Se tranquilizaron. 
Ambas sabian que no olvidarian aquel aviso, como no olvidaban ninguno de los duros, pero aún les quedaban muchas horas antes de volver a casa y seguramente habria que trabajar más.

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Cuando volvió a casa  se lo contó, sin entrar en  los detalles. No hacia falta.
La escuchó, la abrazó y aunque no recordaba sus palabras, si recordaba que se habia sentido mejor.
De alguna forma, él siempre conseguia que se sintiese mejor, que todo volviese a estar en su sitio en su cabeza y en el alma. Y aunque nunca se lo habia dicho, lo adoraba por ello.

domingo, 13 de marzo de 2011

Gracias a la vida.

Porque no debería hacer falta que la vida nos diera un revés para ser conscientes de las cosas buenas.
Porque hacernos un poco conscientes de estas cosas, nos hace mas felices.
Por unas vacaciones fantásticas, aunque no sean las mías.
Porque yo lo he pensado así tantas veces, que he perdido la cuenta.
Porque en los malos momentos recordar los buenos ayuda a seguir; y en los buenos, ser agradecido es lo menos.
Porque tengo mas de de cien razones por las que dar gracias.

Gracias-a-la-vida (Violeta Parra)

viernes, 4 de marzo de 2011

Mientras volvian

Mientras volvían, en penumbra y acomodada en su asiento, le asaltaron pensamientos propios de la hora y el lugar. Eran las 6 de la mañana.
Tenia sueño, pensó antes de salir. Pero ahora, mientras volvían, solo quedaba el deseo de poder dormir y olvidar. No iba a ser fácil.
Se sentía triste o algo así.
En su cabeza sonaron las palabras de su  abuelo cuando supo a lo que se iba a dedicar: "querida, tu reza siempre una oración por los muertos".
En aquel momento, le había dicho: "bueno, hombre, que lo hagan los suyos" y notó como su expresión se oscurecía un poco: "hay veces que no tienen quien se la diga". 
Desde entonces siempre lo había hecho y muchas veces ( como en aquel caso) era lo único que podía hacer por ellos. Y allí, mientras volvían, en silencio, rezó su oración por los muertos.
Los habían activado de madrugada y mientas se ataba las botas, iba escuchando los datos: "accidente de trafico. Coche-camión. Mujer joven atrapada".
Así se lo contó a sus compañeros, mientras bajaban rápidamente las escaleras.
Estaban lejos.
Llovía.
Ya de camino se organizaron rápidamente, cada uno sabía lo que tenía que hacer. Después silencio y sirenas, hasta que llegaron y otras luces azules les indicaron el lugar exacto.
Bajaron a toda prisa. Ella se acercó al amasijo de hierros.
La vió, era joven, "demasiado joven" pensó. La valoró.
No había nada que hacer allí  y así se lo comunicó a los demás.
No había más heridos.
Se dirigió al conductor del camión que lloraba de impotencia, por no haber podido esquivar aquel coche que se salió en la curva y se le metió debajo. No necesitaba nada que ellos pudieran darle.
Seguía lloviendo.
Volvieron. El silencio ya no era de tensa espera. Cada uno digería aquellos tragos como podía y nadie se sentía capaz de hablar.
Ella era la más joven de los cuatro. Los técnicos, con los que trabajaba ese día, eran hombres de mediana edad, casi tenían hijas como aquella chica. Sintió pena por ellos.
En su cabeza iba y venían muchas ideas. Siempre era igual.
Pensó de nuevo en la chica. Quizá venía de trabajar o volvía de fiesta a casa y no llegó.
Pensó que alguien tendría que decirles a los que la querían lo que había pasado. "Menos mal que esta vez no me toca a mi"
Pensó que aquello podría pasarle a ella. Un escalofrío la sacudió. No podía pensar en éso. Tenia que evitarlo para sobrevivir y levantarse por las mañanas con alegría.

Nunca nadie, en toda la carrera, ni en lo que llevaba trabajando, le había advertido de lo peligroso que puede llegar a ser asomarse continuamente al lado más oscuro de la vida.

Cerró los ojos, aunque sabía que no podría dormir.
Tenía los pies mojados.
Vió por la ventanilla el reflejo de las luces de la ciudad, estaban llegando.
Pararon al fin. Se notó cansada y un poco mas vieja. "Nadie vuelve indemne de la batalla", sabía que aquellas cosas envejecían el alma e iban dejando arrugas. Sabía que el amor las suavizaba, pero ignoraba si alguna vez desaparecían del todo y nunca se había atrevido a preguntarlo.
Había dejado de llover.
Volvió a acostarse esperando que llegara la hora de volver a casa.