viernes, 4 de marzo de 2011

Mientras volvian

Mientras volvían, en penumbra y acomodada en su asiento, le asaltaron pensamientos propios de la hora y el lugar. Eran las 6 de la mañana.
Tenia sueño, pensó antes de salir. Pero ahora, mientras volvían, solo quedaba el deseo de poder dormir y olvidar. No iba a ser fácil.
Se sentía triste o algo así.
En su cabeza sonaron las palabras de su  abuelo cuando supo a lo que se iba a dedicar: "querida, tu reza siempre una oración por los muertos".
En aquel momento, le había dicho: "bueno, hombre, que lo hagan los suyos" y notó como su expresión se oscurecía un poco: "hay veces que no tienen quien se la diga". 
Desde entonces siempre lo había hecho y muchas veces ( como en aquel caso) era lo único que podía hacer por ellos. Y allí, mientras volvían, en silencio, rezó su oración por los muertos.
Los habían activado de madrugada y mientas se ataba las botas, iba escuchando los datos: "accidente de trafico. Coche-camión. Mujer joven atrapada".
Así se lo contó a sus compañeros, mientras bajaban rápidamente las escaleras.
Estaban lejos.
Llovía.
Ya de camino se organizaron rápidamente, cada uno sabía lo que tenía que hacer. Después silencio y sirenas, hasta que llegaron y otras luces azules les indicaron el lugar exacto.
Bajaron a toda prisa. Ella se acercó al amasijo de hierros.
La vió, era joven, "demasiado joven" pensó. La valoró.
No había nada que hacer allí  y así se lo comunicó a los demás.
No había más heridos.
Se dirigió al conductor del camión que lloraba de impotencia, por no haber podido esquivar aquel coche que se salió en la curva y se le metió debajo. No necesitaba nada que ellos pudieran darle.
Seguía lloviendo.
Volvieron. El silencio ya no era de tensa espera. Cada uno digería aquellos tragos como podía y nadie se sentía capaz de hablar.
Ella era la más joven de los cuatro. Los técnicos, con los que trabajaba ese día, eran hombres de mediana edad, casi tenían hijas como aquella chica. Sintió pena por ellos.
En su cabeza iba y venían muchas ideas. Siempre era igual.
Pensó de nuevo en la chica. Quizá venía de trabajar o volvía de fiesta a casa y no llegó.
Pensó que alguien tendría que decirles a los que la querían lo que había pasado. "Menos mal que esta vez no me toca a mi"
Pensó que aquello podría pasarle a ella. Un escalofrío la sacudió. No podía pensar en éso. Tenia que evitarlo para sobrevivir y levantarse por las mañanas con alegría.

Nunca nadie, en toda la carrera, ni en lo que llevaba trabajando, le había advertido de lo peligroso que puede llegar a ser asomarse continuamente al lado más oscuro de la vida.

Cerró los ojos, aunque sabía que no podría dormir.
Tenía los pies mojados.
Vió por la ventanilla el reflejo de las luces de la ciudad, estaban llegando.
Pararon al fin. Se notó cansada y un poco mas vieja. "Nadie vuelve indemne de la batalla", sabía que aquellas cosas envejecían el alma e iban dejando arrugas. Sabía que el amor las suavizaba, pero ignoraba si alguna vez desaparecían del todo y nunca se había atrevido a preguntarlo.
Había dejado de llover.
Volvió a acostarse esperando que llegara la hora de volver a casa.




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