sábado, 15 de septiembre de 2012

La normalidad


  Cerró los ojos y empezó a caminar hacia el castillo de la memoria, mientras el veneno que había de curarla iniciaba el recorrido por sus venas.
El trayecto hacia el castillo duraba poco, apenas contar hacia atrás de 10 a cero. Entonces cruzaba el puente y cerraba las puertas: era la dueña y señora de aquella fortaleza. Allí era libre para viajar en el tiempo y el espacio, solo había luz y olía a campo, a montaña.
Invariablemente volvía con él: era parte de su pasado, su presente y tal vez su futuro. Pero, por encima de todo, ella con él era una mujer normal.

Repasaba cada detalle, cada gesto cariñoso, cada conversación, cada paseo, cada beso y cada noche juntos,... y se protegía. 
Aquella vida normal que él le daba (en medio de una situación anormal, llena de incertidumbre y en ocasiones de dolor físico), la salvaba, la protegía y le daba fuerza para llegar a la siguiente sesión :  era una más y una menos.
Su cuerpo había cambiado: ya no tenía pelo, había engordado y a medida que pasaba el tiempo, se sentía un poco mas cansada.  Pero con él no era una mujer enferma, era una mujer que pensaba , que sentía, que quería... en definitiva, que vivía.

Del castillo sólo se salia para vomitar y rápidamente había que volver para resistir.
Asi pasaba las horas en aquel sótano, con aquel olor.  No quería conversacíon porque era un esfuerzo demasiado grande. La compañía era suficiente.

Cuando todo acababa salían, dormía un poco y al despertar estaba mejor. Entonces volvían a casa y ya en el trayecto de vuelta empezaba  "la normalidad".
No la recordaba como la peor época de su vida. De allí habían salido muchas de las cosas buenas que había disfrutado mas tarde y  que habían pasado a engordar las riquezas de su castillo de la memoria.

......

Es curioso como un algo insignificante (gesto,olor,música,...),  puede hacerte revivir tantas emociones.
Es curioso como conforman nuestra vida las pequeñas cosas, que con frecuencia olvidamos cada día y que añoramos en situaciones extraordinarias.
Y era curioso como en la normalidad había encontrado la fuerza para lo extraordinario.
A veces esperamos que pase algo extraordinario para empezar a vivir y nos vamos perdiendo, mientras tanto, lo que mas felices nos hace.


3 comentarios:

Tita dijo...

Yo lo digo siempre, no hay nada como la tranquilidad y la felicidad de la rutina. No eres feliz en ella, ni sabes disfrutarla, hasta que no te falta ¿verdad?

112 dijo...

No lo se Tita, yo intento disfrutar de cada una de mis rutinas.
Las veces en las que me ha asaltado la sensación de felicidad ( y las recuerdo), así, sin mas, eran días normales: sin violines, ni aplausos.

Lo que sí se es que en los momentos especialmente duros (una muerte, una enfermedad...) que los que te quieren sean capaces de anclarte a la vida, de no cambiar su actitud, de no compadecerte, ni mirarte con lástima, de no darte la turra, que te traten con el mismo cariño de siempre, que sean capaces de contarte un chiste, tomarse un café, ganarte al ajedrez... no tiene precio. Son esas pequeñas cosas las que siempre me han hecho feliz.

pseudosocióloga dijo...

Una suerte tener anclas así, o un acierto el haberlas encontrado.