domingo, 18 de octubre de 2015

Adictos

Había ido a otra ciudad a realizar una guardia. No conocía a nadie allí. Tampoco había trabajado nunca con aquellos compañeros con los que iba a compartir el día.
Hacía calor y no habían parado en toda la mañana y sonó un aviso.
Nada espectacular en principio: "una discusión familiar... llama central de policía... no tengo más datos".

En cuanto dijo la dirección, se dio cuenta de que a sus compañeros se les cambiaba la cara de "a ver qué hay" por "otra vez los mismos". Sin preguntar le expusieron los antecedentes: " vamos más de una vez por semana, desde hace dos o tres años.  Son una pareja joven con un crío de 4 años. Ella bebe, él no sabemos, tienen broncas y nos llaman unas veces ellos, otras la policía, otras los vecinos... Sin solución porque no tenemos nada que hacerles".

Anotó sus quejas y sus comentarios, pero no quiso dejarse influir por ellos. Al fin y al cabo no los conocía y no podía valorar en su justa medida lo que le decían.

Efectivamente, cuando llegaron se dio cuenta de que no se habían equivocado. En esta ocasión estaba la patrulla en el domicilio. La casa estaba perfectamente ordenada y limpia. Les había llamado el marido porque después de discutir, ella había llamado a la policía para denunciarlo por malos tratos y él había querido que fueran para asegurarse de que en el informe no ponía que había lesiones, porque no la había tocado. 
Con este panorama decidió hablar con ellos por separado. 

Primero con el marido: todo había empezado porque le encontró una botella de vino en el horno.Y claro, ella había negado que fuera suya y lo había acusado de ponerla él allí. 
Estaba desesperado.
No quería abandonarla porque era consciente de que tenía un problema, pero no sabia qué  más hacer para ayudarla, ya estaban yendo a un psiquiatra y un psicólogo y no mejoraba. Además no quería separarse porque si no le daban a él la custodia, ¿cómo iba a dejar a su hijo con aquella mujer tan inestable?.
Lo escuchó sin interrumpir. Entendía su sufrimiento y su complicada situación. No era fácil.
Cuando terminó de hablar a borbotones, volvió a preguntarle qué podía hacer.
Entonces se lo dijo: "tu mujer es una adicta, de libro. Está enferma y en mi experiencia, con lo pasos que estáis dando, no es suficiente. Debe ir a un centro especializado y el camino es largo y duro y relativamente poco costoso si lo pones en relación con toda la vida, pero tiene solución. A parte de lo que me has dicho, es así en muchas cosas ¿verdad?."  (y comentó otras características de su personalidad )
El, se sorprendió tanto de que por fin todo comenzase a encajar, que no sabia qué decir.
Ella continuó: "tienes que hablar con tu mujer y con un especialista en adicciones. Es vuestra responsabilidad y vuestra decisión. Aquí tienes un tf al que llamar, una web, y en Internet hay otros muchos. Hazlo."

Y en un folio que él le dio, le escribió una dirección web.

A continuación habló con ella a puerta cerrada, sólo con la presencia de su enfermera. Al principio  lo negó todo y acusó a su marido. Pero cuando le paró el discurso y le dijo que entendía por lo que pasaba, que no le iba a servir intentar engañarla, que era alcohólica, que estaba enferma, que no era mala persona y no era la única del mundo así, que sabía que escondía bebida y que se la podía encontrar, que no podía parar de beber cuando empezaba y que conocía su culpa por no ser buena madre, su frustación, su infelicidad, sus intentos de suicidio, su afán por controlarlo todo... y mas... y no la había visto en su vida.
Se echó a llorar y  le dijo que nadie le había hablado nunca tan claro, que ni el psicólogo ni el psiquiatra le habían dicho que era la adicción era una enferma, que ella creía que era por ser débil, que tenia miedo de perderlo todo, que veía que lo que hacia no funcionaba ... y le preguntó qué hacer.

Los sentó juntos en el salón,  les puso el teléfono en la mano, les dio la copia de la historia clínica en la que sólo constaba "mujer adicta al alcohol. Plan: ponerse en contacto con centro especializado en tratamiento de adicciones, ej Instituto Castelao". fecha y firma.

Se despidió de ellos con una única palabra : "llamad".

Ya en la calle, la enfermera le dijo que era la primera vez que había visto una intervención con el objetivo de solucionar el problema, porque todos pensaban que no la tenía y lo habitual era enviarla a urgencias de donde le daban el alta acto seguido y  no cambiaba nada. Le prometió enviarle un wap si no volvían al domicilio en un mes.

Hoy recibió un wap de un remitente desconocido: " aún no hemos vuelto a la calle Granada". Y sonrió.

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(Dejo los enlaces por si resultan de utilidad a alguien que pase por aquí, ¡aunque sea por error!)

http://www.geocities.ws/caminando.juntos/aa/aa_literatura/personalidad_del_alcoholico.pdf

http://www.institutocastelao.com/


4 comentarios:

Lo q Leo dijo...

Dias de vino y rosas
más habitual
de lo que parece...

pseudosocióloga dijo...

Sentido común y valentía creo que siempre van emparejados.

el chico de la consuelo dijo...

Hola hola ¿Cómo va la vida?

Tita dijo...

Me lo había perdido, qué maravilla
¿No nos cuentas nada más?
Un abrazo (apretaico por si acaso)