jueves, 28 de abril de 2011

La última nana

Se levantó despacio, tragó saliva y reunió el valor necesario para mirarla a los ojos. Sus miradas se encontraron durante unos segundos que le parecieron infinitos.Vio en ellos la pena más honda de una madre y supo que ya sabía lo que aquello significaba.
Entonces les dio orden de parar.

Avanzó unos pasos y sólo pudo decirle "lo siento". Ella se le abrazó y aquella reacción casi la hunde, porque mantener la distancia ayuda a no llevarse cosas a casa.  Pero decidió devolverle el abrazo.
¡Qué pena!.
Esperó un momento y después, se separó.

La madre miró el cuerpecito de su niña, tan pequeño, tan frágil... la cogió en brazos y le cantó, en su idioma extranjero, algo parecido a una nana.

Decidió darse la vuelta, tragarse aquellas lágrimas  y recoger. Poco a poco y en silencio, todos lo hicieron.

Mientras los demás bajaban, ella buscó a alguien a quien explicarle el proceso que debían seguir.

Seguía oyendo aquella nana en la habitación de al lado y quiso poder decirle algo que la consolase, pero no pudo, no había nada, buscó en su interior y no encontró nada.
Antes de irse entró de nuevo en la habitación, se acercó y le puso la mano en el hombro y con un breve apretón, se despidió.

Tan sólo había pasado lo que era inevitable, lo que hacía tiempo todos sabían que iba a suceder. Pero era triste. "Aunque solo puede haber una pena tan grande donde ha habido un amor sin medida!", pensó.
Bajó despacio las escaleras, respirando hondo y a la mente le vinieron unos versos de Bécqer que siempre la habían sobrecogido:

"Cerraron sus ojos

que aún tenía abiertos,

taparon su cara

con un blanco lienzo,

y unos sollozando,

otros en silencio,

de la triste alcoba

todos se salieron.

.......

Despertaba el día,

y, a su albor primero,

con sus mil ruidos

despertaba el pueblo.

Ante aquel contraste

de vida y misterio,

de luz y tinieblas,

yo pensé un momento:

—¡Dios mío, qué solos

se quedan los muertos!

.......

¿Vuelve el polvo al polvo?

¿Vuela el alma al cielo?

¿Todo es sin espíritu,

podredumbre y cieno?

No sé; pero hay algo

que explicar no puedo,

algo que repugna

aunque es fuerza hacerlo,

el dejar tan tristes,

tan solos los muertos."


Fue el último aviso de aquel día. Ya había amanecido y la esperaban en casa.

Aún recuerda, con pena, su nombre y aquella nana.

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